lunes, 10 de agosto de 2009

LOS PRIMITIVOS ASTILLEROS











Estas empresas fueron las pioneras que a la ciudad de Cádiz dió vida a partir de aquellos años


Hacia 1840 Thomas Haynes, un inglés llegado a Cádiz hacía una década, instaló en Puntales, en un local adquirido por 125 reales al mes, una pequeña fundición. Al principio su producción se limitaba, como al resto de los talleres, a la construcción de máquinas y calderas de vapor, balconajes, cancelas, chimeneas, aljibes, estufas, bombas de hierro y vapor, campanas, husillos, presas, y todo tipo de objetos de fundición. Estos trabajos de fabricación cotidiana se intercalaron con encargos de mayor envergadura como fueron la construcción de varios tramos de la línea férrea entre Cádiz y Jerez, trabajos de habilitación para tres goletas que se construían en Huelva y distintas reparaciones a buques civiles y militares.


Corría 1876 y la primera apuesta seria, tras décadas de escarceos con pequeñas unidades, llegó de la mano de la Sociedad del Puerto Mercantil de Cádiz para la que se construyó el "San Diego". Se trataba de un barco grúa preparado para recibir piedras de hasta 20 TM. Medía 15 m. de eslora, 6 de manga y 3 de puntal y llevaba una máquina de vapor de 12 caballos de construcción propia. Para la misma sociedad se construyó también una lancha y draga a vapor. Otros trabajo en la misma línea fueron los alargamientos del "Ana Haynes" y del "Pedro", ambos de su flota, a los que se dotó de nuevas máquinas y calderas, y la construcción de parte de la almadraba de Sancti Petri.


Pero no sería hasta 1881 cuando los Talleres Haynes dieran el paso cualitativo definitivo al iniciarse, el día de Reyes, la construcción del "Reina Cristina", primer vapor de la provincia construído en hierro. La apuesta suponía un avance tecnológico consuiderable.


Al "Reina Cristina" siguieron seis gánguiles de 120 toneladas de capacidad y un remolcador a vapor, de nuevo para la Sociedad del Puerto Mercantil de Cádiz. Más tarde tres lanchas para la Dirección de Sanidad, el cuerpo de carabineros y para los ingenieros militares de Cádiz. Todas estas construcciones se hicieron en el local original, considerado como un pequeño astillero, pero que no contaba con los elementos identificativos de este tipo de centros, como podían ser diques y gradas.


En 1884, y tras la muerte de Thomas Haynes, la empresa toma un nuevo giro. Al frente aparecían sus hijos José Guillermo, Ceswell y Benjamín. Contaban ya con sucursales de sus talleres en Gibraltar y agentes comerciales en Madrid, Huelva y Algeciras.


Toda la maquinaria, buena parte construída por ellos mismo, se movía a vapor. Seguían careciendo, no obstante, de diques y gradas de construcción, si bien la solidez natural del terreno permitía colocar los picaderos sobre la misma arena, pudiéndose improvisar una macro grada con capacidad para diez quillas a la vez, y llegado el caso para busques de hasta 1.000 toneladas. Cursaron a las autoridades de Fomento la petición de establecer un astillero de buques. Este proyecto se saldó en contra de los interese de los Haynes, si bien fruto de ese Plan de Escuadra fue, como ya veremos, el establecimientio del astillero de Vea Muguía.


En 1887 los Talleres Haiyes daban trabajo a varios cientos de gaditanos. Cabe establecer un cierto paralelismo entre el florecimiento del negocio de los Haynes y un aumento población de la zona de Puntales, Esta práctica, extendida entre la clase patronal como freno a las cada vez más urgentes reivindicaciones obreras, no evitó que sus trabajadores se sumaran a las peticiones de sus correligionarios de la bahía en la lucha por lograr mejores condiciones laborales.


Los Haynes se movían ya plenamente en el negocio de la construcción naval. Al final de los ochenta y principios de la década de los noventa la bahía presentaba un aspecto diferente al de hacia algunos años. Frente a Puntales, en la península del Trocadero, se había instalado la factoría de la poderosa campaña Trasatlántica, que disputó a los Haynes el importante mercado de las reparaciones navales. Al tiempo abría sus puertas el Astillero de Vea Murguía. Ambos establecimiento supusieron una dura, y al postre definitiva , competencia para sus talleres.


La actividad de los Talleres Haynes fue languideciendo poco a poco a lo largo de la ultima década del siglo, destacando la construcción en este periodo de los vapores "Gaditano", "África" y "Anita", todos ellos de madera, así como el "Primero de Puntales" . En 1902 el astillero Haynes cerró sus puertas para siempre. Acababa así una aventura industrial de sesenta años que supuso el origen de la construcción naval moderna en la Bahía de Cádiz. A Thomas Haynes y sus hijos, sin lugar a duda, les cabe el honor de ser los pioneros de una actividad que arraigó definitivamente en el nuevo siglo.

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